18 agosto 2017

EL BOSTEZO DE LOS ARBOLES







EL BOSTEZO DE LOS ÁRBOLES

Hoy canta la muchedumbre
de los páramos
y no te acoge el cielo de otros días,
brilla el espacio mientras tanto,
como la losa de la lápida
que enajena tus pupilas.

Buscas la salida en la encrucijada,
lloverte con las hojas
del árbol que te mira y te despierta

con la luz nacida entre tus brazos.

Serafin Sanchez



13 julio 2017

ILUMINISMO FAUVE


FLORES ESCONDIDAS



¿Qué pasó con el fauvismo o fovismo? El peculiar equilibrio entre la multitud de colores deslumbró sus ojos de hombre del norte (Matisse) y le impulsaron a un arte innovador, que liberaba la representación del paisaje de la esclavitud de la perspectiva y del papel descriptivo de cada pigmento, de cada tonalidad. Había nacido el fauvismo, así bautizado después que el crítico francés Louis Vauxelles, en el Salón de Otoño de 1905, tachara a estos artistas de fauves, fieras.

En tu caso, aparte de la virulencia, la impetuosidad del color, está la luz, inherente a la pintura, genesíaca, que determina la construcción de los motivos, su modelado, incluso la configuración del ritmo creado por la imagen. El tratamiento de la luz que haces, para la reactivación de los colores y disposición u ordenamiento de la composición, buscando el equilibrio más sutil, son rasgos fundamentales que, a la vez, afirman un estilo propio que difícilmente se reduce a una tendencia convencional.

La valentía cromática de que haces gala posee ecos de los fauves y del iluminismo de Sorolla, así como de los expresionistas alemanes; ecos, también, de una “alegría de vivir” que alcanzará después (me parece intuir) tintes dramáticos, aunque siempre contenidos: porque es como si eliminaras de la pintura todo elemento sensual para quedarte con la pura esencia del color y de la luz: vibramos con la belleza de lo que se afirma y sentimos la melancolía de lo que se pierde: surge una belleza nueva y poco sentimental: tu pintura es tu alma desgarrada.

Es el iluminismo fauve, tan lejos —parece plausible pensar— de la ortodoxia dominante y del desafío programático de los inicios.

Ávila, a 10 de julio de 2017


Serafín Sánchez González

25 junio 2017

VOLVIÓ A SUCEDER



Los fauvistas creían que a través de los colores podían 

expresar sentimientos y este pensamiento condicionó su 

forma de pintar. No buscan la representación naturalista, 

sino realzar el valor del color en sí mismo. Por ello, 

rechazaron la paleta de tonos naturalistas empleada por

los impresionistas a favor de los colores violentos para 

crear un mayor énfasis expresivo.

24 junio 2017

FUGAZ COLOR




El arte de la pintura consiste en aclarar y oscurecer los tonos sin decorarlos.

PIERRE BONARD

04 junio 2017

FUGAZ- Iluminismo fauve.



“No tengo miedo de hacer cambios, destruir la imagen, etc. Porque la pintura tiene vida propia.”
 Jackson Pollock 

01 junio 2017

SER ARTISTA


SER ARTISTA
JorgeEielson-192x300
Jorge Eduardo Eielson.
Es convertir un objeto cualquiera
En un objeto mágico
Es convertir la desventura
La imbecilidad y la basura
En un manto luminoso
Es padecer día y noche
De una enfermedad deslumbrante
Es saborear el futuro
Oler la inmensidad
Palpar la soledad
Es mirar mirar mirar mirar
Es escuchar el canto de Giotto
El sollozo de Van Gogh
El grito de Picasso
El silencio de Duchamp
Es desafiar a la razón
A la época
A la muerte
Es acariciar mujer e hijos
Como si fueran telas y pinceles
Es acariciar telas y pinceles
Como si fueran armas de combate
Es acariciar armas de combate
Como si fueran tubos de colores
Es acariciar tubos de colores
Como si fueran pájaros vivos
Es pintar el cielo estrellado
Como si fuera un basural
Es pintar un basural
Como si fuera el cielo estrellado
Es vivir como un príncipe
Siendo solamente un hombre cualquiera
Es vivir como un hombre cualquiera
Siendo solamente un príncipe
Es jugar jugar jugar jugar
Es cubrirse la cabeza de azul ultramar
Es cubrirse el corazón de rojo escarlata
Es jugarse la vida por una pincelada
Es despertar todos los días
Ante una tela vacía
Es no pintar nada
JORGE EDUARDO EIELSON (Lima, 1924-Milán, 2006)
(Del libro “Vivir es una obra maestra”, Ave del Paraíso, 2003)


26 mayo 2017

ROSA ALHAMBRA


ROSA DE LA ALHAMBRA

 Cuadro para los sentidos:

incrustaciones  de oros , platas, collage...ademas de insinuaciones de yeserías de los palacios 

Nazaries de LA ALHMBRA.

esta envuelto en esencias de rosa, lo cual permite sentir los perfumes de la rosa

texto escrito en oros de Leonard Cohen





24 mayo 2017

Masters of painting. Artgalaxie



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jennifer Watson 

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16 mayo 2017

10 mayo 2017

Desorden de luces. Gran Vía, Madrid








Andrés Rueda, 2017

“Nocturno I, Gran Vía”
Luz sobre lienzo.

De nuevo Andrés Rueda regresa a la Gran Vía de Madrid, cuyos fascinantes crepúsculos ha pintado ya tantas veces.
En esta ocasión ha dejado que el sol se ponga, que acabe el crepúsculo, que avance la noche, que el cielo pierda las cintas de colores de cada tarde y se quede así desprovisto de protagonismo.
Esta vez no es la luz del cielo la que reclama su atención y la nuestra, sino las luces desquiciadas (como él mismo dice) que iluminan e incitan el devenir  frenético de las criaturas que habitan ese espacio a nivel de suelo, afanándose en un disparatado  ir y venir sin sentido, como hormigas enajenadas que se esfuerzan en correr  deprisa, deprisa, sin comprender del todo para qué.
Pero también el ruido que ese frenesí produce y que alimenta esa locura. En efecto, el ruido está en el cuadro.
En la pintura aparecen tres niveles que subrayan el contraste entre la serenidad del oscuro firmamento nocturno y la estridencia  demente de la  gente en las aceras y del tráfico en las calzadas.  Un tercer nivel intercede entre ambos:  las  fachadas iluminadas, que parecen querer despegarse del  absurdo  bullicio y huir,  elevándose hacia el denso silencio del cosmos.
Como siempre, Andrés Rueda vuelve a sorprender con su manejo de la luz, como si en lugar de pigmentos tomase porciones de luz directamente del escenario que pinta y las depositase después en el lugar preciso del lienzo. Así, la cartela de este cuadro debería decir:


Pilarr JC.

07 mayo 2017

ISTANBUL






ISTANBUL


Cuando vi la obra de Andres Rueda  por vez primera, me imaginé presenciar una puesta de sol en Estambul.  Fantasee  en la distancia con formas y espacios.  Dibujé la gran cúpula de Santa Sofía flanqueada por los minaretes como  lanceros guardianes de su princesa, [primero mora y después cristiana]. Y vi como en un  sueño  una ciudad de cuento de las mil y una noches,  y fantasee con otros tiempos y otras épocas, con moros de a caballo y con cristianos cruzados con las capas al viento y la cruz por estandarte. Y vi los tesoros  Estambul  encierra.  Y vi una ciudad  dividida en dos por el mar y muchas por los hombres.  
La mirada errabunda siguió colores y busco formas. Y mi cabeza borró formas y diferenció tonos, y encontró gamas, y encontró manchas y descubrió oro y descubrió azules y miró más de cerca, y más adentro. Y se maravilló con el juego de masas de luz sin forma. Que encajan  y se resuelven las unas entre las otras.  Y atrapa  la gran mancha rosa que, ahora, es el cuadro que el  ojo selecciona. Y se fragmenta en ese instante en trozos que rivalizan en forma y en tonalidad.  Una masa enorme cubre en ese momento  la tela. El cuadro ya no es Estambul, ahora es su cielo.  Hecha trizas, la gran rosácea  entre tonos  vivos entre manchas de oro y Y ausencia de color, y blanco que no es blanco y un negro que parece un pretexto para señalar, para recordar, que Estambul no es una ciudad, son dos. En ese cuadro.
A medida que el ojo explora, la mirada  se convierte en parte componente del cuadro. Y el diálogo que primero sostuvo el  artista con su obra, ahora lo crea el espectador con la obra acabada. Y habla con la pintura y le pintura le dice: calla. Mira, disfruta y piensa. Y yo, espectadora embelesada,  investigo la tela, experimento la pintura, y pienso: El artista ha encontrado su estilo. Pienso en los fauves, en la fiereza de su arte casi salvaje al verlo de pronto. Y en casi  humano al disfrutarlo de cerca. La fiereza del color, tal  como lo usa Andres Rueda ,  se impone para decir con gritos rosas, azules, oros, reflejos de espejo en el agua –otro elemento con el que juega Rueda sin que advirtamos apenas que se trata de un juego de luces y de sombras reflejadas, de una simetría casi imposible,- que es otro Estambul, pero puesto al revés.  Una realidad transformada en fantasía y una fantasía hecha realidad. Con fuerza. Con mucha fuerza.  Una realidad, Constantinopla, que más podría ser un pretexto del autor para pintar  y lanzar sobre la tela esas masas de color luminoso, que una ciudad regia a retratar. 
Así lo decide él. Así lo exige su ánimo, su intención y su estilo.  Y nos enseña ese delicado y fugaz momento que encierra   la aventura de la exploración, la aventura del mirar un cuadro como  Fantasía en Istanbul.

CONCHI REVERIEGO ALMOHALLA