Andrés Rueda: la visión como relato
Andrés Rueda expone su obra,
El visitante se encuentra de pronto convocado a ver la realidad con arreglo a un conjunto de condiciones insólitas. El mundo que sostiene nuestra vida se compone de insinuaciones efímeras, que a veces solo duran pocos segundos, para perderse luego en la memoria, o quizá para precipitarse entre la niebla y el olvido. El tiempo parece apaciguarse en torno a la muestra.
Asistimos al instante en el que la visión se hace evocación y laberinto de espejos que nos proyectan hacia puntos de vista y a modos de ver y percibir con los que no habíamos contado. Es el momento en que son conjuradas las leyes de la forma y del cromatismo que nos permiten acercarnos a la identificación de los espacios y de las escenas cotidianas.
El tiempo y el mundo parecen haber detenido su aliento. Aspiran a ese sosiego con que se inicia el presente, reclaman voz para esos parajes que no se resignan a la indiferencia y condensan en sí mismos las preguntas más sutiles y las respuestas más sencillas.
El agua y la luz se vinculan en un temblor de recental que se resiste a ser abandonado en el páramo. El oleaje acaba de expulsarnos como si fuéramos viejos navegantes que confiaron en sus fuerzas con desmedida arrogancia, y hubiéramos ya comenzado un vagar sin huellas en la arena, sin viento sobre el rostro.
Pero esa luz que se disuelve entre lo umbrío nos afirma frente a la soledad, da forma reconocible a nuestra perplejidad, ahuyenta esos ocupantes furtivos que inquietan nuestros sueños.
Andrés Rueda se asoma al mundo para ofrecerlo, con esa lentitud con la que nuestro idioma, el viejo y nítido castellano que él aprendió en su infancia, ha creado esa palabra. Viene del otro lado, ha subido el collado que se ve a la espalda de nuestro mundo rutinario y aparece desde lo alto de un vivir errante, quizá a iluminar con genial humildad de caminante avezado nuestra perplejidad.
Manuel Díaz Castillo
Catedrático de Literatura Española