FLORES ESCONDIDAS
En tu caso, aparte de la virulencia, la impetuosidad del color, está la luz, inherente a la pintura, genesíaca, que determina la construcción de los motivos, su modelado, incluso la configuración del ritmo creado por la imagen. El tratamiento de la luz que haces, para la reactivación de los colores y disposición u ordenamiento de la composición, buscando el equilibrio más sutil, son rasgos fundamentales que, a la vez, afirman un estilo propio que difícilmente se reduce a una tendencia convencional.
La valentía cromática de que haces gala posee ecos de los fauves y del iluminismo de Sorolla, así como de los expresionistas alemanes; ecos, también, de una “alegría de vivir” que alcanzará después (me parece intuir) tintes dramáticos, aunque siempre contenidos: porque es como si eliminaras de la pintura todo elemento sensual para quedarte con la pura esencia del color y de la luz: vibramos con la belleza de lo que se afirma y sentimos la melancolía de lo que se pierde: surge una belleza nueva y poco sentimental: tu pintura es tu alma desgarrada.
Es el iluminismo fauve, tan lejos —parece plausible pensar— de la ortodoxia dominante y del desafío programático de los inicios.
Ávila, a 10 de julio de 2017
Serafín Sánchez González