23 marzo 2013

Fuego y rocio


Fuego y rocio 100 x 100

A punto de cumplir 43 años de edad, en 1883, Claude Monet había vivido ya lo que es el éxito. Sin embargo, estaba en la búsqueda de algo nuevo, una nueva forma de pintar, un lugar apartado donde vivir y pintar. Lo encontró en el norte de Francia, en Giverny, un poblado habitado desde el Neolítico y que más de mil años atrás ya tenía la fama de dedicarse al cultivo de la vid. Aquí construiría un jardín a su medida para pintarlo, donde viviría otros 43 años y recibiría a sus incondicionales Cezanne, Renoir, Matisse... 

Desde aquí y hasta aquí, salieron y llegaron diversas cartas que ahora se reproducen en el libro “Los años en Giverny. Correspondencia” de Claude Monet y cuyo cuidado estuvo a cargo de Paola Alarcó, jefa del área de Pintura Moderna del Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid). Sus cartas, recopiladas y traducidas por primera vez al español, nos permiten asomarnos a la faceta más íntima de un artista que sufrió durante su vida la búsqueda de la perfección, que gozó del amor, de la familia y de la amistad, que vivió con interés los asuntos de su tiempo, que viajó incansablemente buscando el paisaje ideal y que le narró su vida diaria a pintores como Renoir, Cézanne o Pissarro, a escritores como Zola y Mallarmé, a su paternal agente Durand-Ruel, y sobre todo a su esposa Alice.

En una de sus cartas a su agente, puede leerse: “[Giverny], 5 de junio de 1883. Estimado señor Durand, [...] No he tenido más remedio que hacerme construir a la orilla del Sena un cobertizo para proteger mis barcos y guardar mis caballetes y telas. Esta construcción ya se ha terminado, ahora tengo que pagarla y cuento con su promesa. No he querido decir que pensárais abandonarme, pero creí que en aquel momento aquello estaría por encima de sus posibilidades. En cuanto tenga algo que merezca la pena se lo enviaré. Ahora voy a poder dedicarme por completo a la pintura, pues he estado bastante ocupado con la instalación de mis barcos. Como el Sena no está cerca de la casa, he tenido que ponerlos a buen recaudo; y luego la jardinería que me ha absorbido un poco recogiendo algunas flores para pintar los días malos. Finalmente todo esto ha terminado, no voy a soltar ya los pinceles y podré mandarle cosas que le gustarán. Mientras tanto, le pido que no me olvide, pues la tranquilidad es lo primero para trabajar bien. Suyo afectísimo.


 Claude Monet”.

1 comentario:

Macos Jimenez León dijo...

Maestro, ¿Estás enamorado? ¿Abducido por la semana santa? ¡Será que tienes atrapado el tiempo en tus manos de agua! ¿Qué será maestro del enigma de los sueños, de la niebla incolora de los pensamientos? ¿Qué será del amor sin el ardiente color del deseo? ¿Qué será de la paja sin los ojos del invierno? Querido maestro, qué será de nosotros, prisioneros de un paisaje etéreo, ermitaños de bosques, de reflejos sin sombras, de la sinceridad de los aromas. ¿Qué será de nosotros si perdemos la luz que habita en nuestro silencio?
Marcos Jimenez Leon