"Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: La última de las libertades humanas-la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino". Viktor Frankl
30 agosto 2018
HOJARASCA
24 agosto 2018
VENICE
„Nunca amamos a nadie: amamos, sólo, la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro, es decir, a nosotros mismos.“
22 agosto 2018
ART GALAXIE
Andrés Rueda nació en Piedrahita (ávila) en 1956. Mientras
vivía en Cataluña estudió en la Escuela de Bellas Artes de Sabadell
(Barcelona). Seguidamente estudió en varios en varios talleres de prestigiosos
maestros pintores hasta que, con el conocimiento y la experiencia adquirida,
decidió seguir su propio camino y descubrió su pasión perdurable por la pintura
de paisaje.
Andrés Rueda, ahora ha madurado como pintor y ha establecido
su criterio personales. Con una estética muy personal y única, ha elegido un
estilo de pintura que, aunque totalmente contemporáneo, es también un eco de
las tendencias que triunfaron en los siglos pasados: prerrafaelismo,
simbolismo, impresionismo y neoimpresionismo.
Esta estrecha relación y diálogo que mantiene con su mejor
amigo, el paisaje, siempre nos sorprende y no podemos dejar de admirar su
colorida y mágica obra
Al ver esta comprensión profunda y mutua, resulta obvio que
los paisajes le han ofrecido sus secretos más íntimos, abriéndole sus más
profundos matices y percepciones hasta ahora desconocidas. Le han abierto
nuevas perspectivas y horizontes ilimitados, donde las repeticiones comerciales
y las afectaciones peligrosas no tienen cabida.
Durante su larga carrera artística, las pinturas de Andrés
han sido ampliamente exhibidas en prestigiosas galerías de Europa, EE. UU.,
Rusia, Taiwán y Shanghái y forman parte de colecciones de las mejores
colecciones de arte del mundo.
Rosa Anguas
Andrés Rueda creador del ILUMINISMO FAUVE
18 agosto 2018
THE YOUNG POPE
Los ídolos de arcilla son tan fáciles
de falsificar que propician rumores.
Bajorrelieves varios, con cuerpos de serpientes
y el alfabeto indescifrable de una lengua
que ignoró siempre la conjunción o.
¿Qué contarían si empezaran a hablar?
Joseph Brodsky
de falsificar que propician rumores.
Bajorrelieves varios, con cuerpos de serpientes
y el alfabeto indescifrable de una lengua
que ignoró siempre la conjunción o.
¿Qué contarían si empezaran a hablar?
Joseph Brodsky
Andrés Rueda
17 agosto 2018
Andrés Rueda: Estambul
Cuando vi la obra de Andrés Rueda por vez primera, me imaginé presenciar una puesta de sol en Estambul. Fantasee en la distancia con formas y espacios. Dibujé la gran cúpula de Santa Sofía flanqueada por los minaretes como lanceros guardianes de su princesa, [primero mora y después cristiana]. Y vi como en un sueño una ciudad de cuento de las mil y una noches, y fantasee con otros tiempos y otras épocas, con moros de a caballo y con cristianos cruzados con las capas al viento y la cruz por estandarte. Y vi los tesoros que Estambul encierra. Y vi una ciudad dividida en dos por el mar y muchas por los hombres.
La mirada errabunda siguió colores y busco formas. Y mi cabeza borró formas y diferenció tonos, y encontró gamas, y encontró manchas y descubrió oro y descubrió azules y miró más de cerca, y más adentro. Y se maravilló con el juego de masas de luz sin forma. Que encajan y se resuelven las unas entre las otras. Y atrapa la gran mancha rosa que, ahora, es el cuadro que el ojo selecciona. Y se fragmenta en ese instante en trozos que rivalizan en forma y en tonalidad. Una masa enorme cubre en ese momento la tela. El cuadro ya no es Estambul, ahora es su cielo. Hecha trizas, la gran rosácea entre tonos vivos entre manchas de oro y ausencia de color, y blanco que no es blanco y un negro que parece un pretexto para señalar, para recordar, que Estambul no es una ciudad, son dos. En ese cuadro.
A medida que el ojo explora, la mirada se convierte en parte componente del cuadro. Y el diálogo que primero sostuvo el artista con su obra, ahora lo crea el espectador con la obra acabada. Y habla con la pintura y le pintura le dice: calla. Mira, disfruta y piensa. Y yo, espectadora embelesada, investigo la tela, experimento la pintura, y pienso: El artista ha encontrado su estilo. Pienso en los fauves, en la fiereza de su arte casi salvaje al verlo de pronto. Y en casi humano al disfrutarlo de cerca. La fiereza del color, tal como lo usa Andrés Rueda, se impone para decir con gritos rosas, azules, oros, reflejos de espejo en el agua –otro elemento con el que juega Rueda sin que advirtamos apenas que se trata de un juego de luces y de sombras reflejadas, de una simetría casi imposible,- que es otro Estambul, pero puesto al revés. Una realidad transformada en fantasía y una fantasía hecha realidad. Con fuerza. Con mucha fuerza. Una realidad, Constantinopla, que más podría ser un pretexto del autor para pintar y lanzar sobre la tela esas masas de color luminoso, que una ciudad regia a retratar.
Así lo decide él. Así lo exige su ánimo, su intención y su estilo. Y nos enseña ese delicado y fugaz momento que encierra la aventura de la exploración, la aventura del mirar un cuadro como Fantasía en Istanbul.
A medida que el ojo explora, la mirada se convierte en parte componente del cuadro. Y el diálogo que primero sostuvo el artista con su obra, ahora lo crea el espectador con la obra acabada. Y habla con la pintura y le pintura le dice: calla. Mira, disfruta y piensa. Y yo, espectadora embelesada, investigo la tela, experimento la pintura, y pienso: El artista ha encontrado su estilo. Pienso en los fauves, en la fiereza de su arte casi salvaje al verlo de pronto. Y en casi humano al disfrutarlo de cerca. La fiereza del color, tal como lo usa Andrés Rueda, se impone para decir con gritos rosas, azules, oros, reflejos de espejo en el agua –otro elemento con el que juega Rueda sin que advirtamos apenas que se trata de un juego de luces y de sombras reflejadas, de una simetría casi imposible,- que es otro Estambul, pero puesto al revés. Una realidad transformada en fantasía y una fantasía hecha realidad. Con fuerza. Con mucha fuerza. Una realidad, Constantinopla, que más podría ser un pretexto del autor para pintar y lanzar sobre la tela esas masas de color luminoso, que una ciudad regia a retratar.
Así lo decide él. Así lo exige su ánimo, su intención y su estilo. Y nos enseña ese delicado y fugaz momento que encierra la aventura de la exploración, la aventura del mirar un cuadro como Fantasía en Istanbul.
14 agosto 2018
01 agosto 2018
MEDIA LUZ
Fred Ballinger: ¿Sabes quién compuso esa pieza que tocas?
Niño: No. ¿Quién?
Fred Ballinger: Yo.
Niño: No te creo. ¿Cómo se llama?
Fred Ballinger: "Canción simple número 3".
Niño: ¿Y cómo se llama el compositor?
Fred Ballinger: Fred Ballinger.
Niño: Y tú, ¿cómo te llamas?
Fred Ballinger: Fred Ballinger. Puedes confirmarlo en la recepción. Me hospedo aquí.
Niño: Increíble.
Fred Ballinger: Sí, lo es.
Niño: Mi profesor me hace tocarla. Él dice que es una pieza perfecta para comenzar.
Fred Ballinger: Sí, tiene razón, es muy simple.
Niño: No solo es simple.
Fred Ballinger: ¿De verdad?
Niño: También es muy hermosa.
Fred Ballinger: Sí, es... es hermosa. La compuse cuando aún amaba.
"La Giovenezza" (Youth)