"Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: La última de las libertades humanas-la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino". Viktor Frankl
29 julio 2010
SILENCIOSO A LA ORILLA
LOS LATIDOS JUGARON A SER MONITORES DE PUENTING
La palabra prefirió unas vacaciones en el Klimanjaro,
mientras mi faringe, le encargó a una agencia de viajes
que le diseñara unos días en un clima casi desértico.
Quería huir del mar, ni siquiera él, gabinete de sombras,
hubiera podido soportar un instante más el de la tuya.
Escogí el Sahara para que sus tormentas de arena
le taparan la boca a la extravagancia,
y que el deseo loco de antes de la deserción
quedara escondido entre los tesoros de la jaimas
y no pudieras acusarme de ser la culpable de tu olvido.
Ahora sólo queda poner en venta sus antiguos gestos.
Las muecas de la pena acabaron por desentonar en una casa,
donde se jugaba al escondite con las sonrisas
para hacerle un favor a ese rostro Art Déco
que había dejado de pertenecernos.
Las ganas se hicieron corredores de Formula Uno,
escogieron el intrincado circuito de tus ojos.
Equivocaron la dirección,
la renuncia no estaba acariciando la línea de meta
y bajo sus ruedas quedaron impresos,
como premio póstumo, los despojos de la prisa.
Los latidos jugaron a ser monitores de puenting.
Pero en cada salto, como nadadores sin estilo definido,
fuimos perdiendo poder bajo el abrazo del vértigo.
Y en la hora de ojos muy abiertos,
cuando la eternidad es reclamada por los orates,
la huella roja de tu ausencia
dejó bien escrito en el último vértice:
Sin ti, se me abortó la vida.
Marian Raméntol
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http://www.marianramentol.blogspot.com/
Poema perteneciente al libro "Hay un Area de descanso un poco más abajo de mi vientre". Ediciones Atenas. 2006. Portada realizada por Rosa Buck.
24 julio 2010
Beso Lunar
Beso lunar 120 x 70
Leer en azul
Pasear las orillas del poema
y captar el misterio.
Dejar que te penetre la palabra.
Sentir su voz cercana
expresar jeroglíficos e hipérboles,
extasiada y callada.
Y entre el silencio y la palabra
reconocer una vida superpuesta
y transmutarla como propia.
Puede ser que algunos sentimientos
sobrevivan en páginas abiertas
al mostrar una forma
donde cada derrota es la victoria
de un corazón vestido de turquesa
que elige leer en los circunloquios
y captar el misterio.
Dejar que te penetre la palabra.
Sentir su voz cercana
expresar jeroglíficos e hipérboles,
extasiada y callada.
Y entre el silencio y la palabra
reconocer una vida superpuesta
y transmutarla como propia.
Puede ser que algunos sentimientos
sobrevivan en páginas abiertas
al mostrar una forma
donde cada derrota es la victoria
de un corazón vestido de turquesa
que elige leer en los circunloquios
Paloma Corrales
http://alcobaparalela.blogspot.com/
13 julio 2010
ALBA - Federico García Lorca
ALBA
Mi corazón oprimido
siente junto a la alborada
el dolor de sus amores
y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
semillero de nostalgias
y la tristeza sin ojos
de la médula del alma.
La gran tumba de la noche
su negro velo levanta
para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada.
¡Qué haré yo sobre estos campos
cogiendo nidos y ramas,
rodeado de la aurora
y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
muertos a las luces claras
y no ha de sentir mi carne
el calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
en aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
como una estrella apagada.
Mi corazón oprimido
siente junto a la alborada
el dolor de sus amores
y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
semillero de nostalgias
y la tristeza sin ojos
de la médula del alma.
La gran tumba de la noche
su negro velo levanta
para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada.
¡Qué haré yo sobre estos campos
cogiendo nidos y ramas,
rodeado de la aurora
y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
muertos a las luces claras
y no ha de sentir mi carne
el calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
en aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
como una estrella apagada.
Federico García Lorca